El Gigante Censurado del Ukiyo-e: Pruebas del Genio que Occidente Ignoró*

Cuando pensamos en los grandes maestros del ukiyo-e, los grabados japoneses del período Edo, nombres como Kitagawa Utamaro y Katsushika Hokusai acuden de inmediato a la mente. Son figuras universalmente reconocidas, pilares de la historia del arte. Sin embargo, el artista más exitoso, prolífico e influyente de su tiempo, un verdadero gigante de la cultura popular de Edo, ha sido en gran medida eclipsado por la historia occidental. Su nombre es Utagawa Kunisada. Lejos de ser una figura menor, Kunisada fue una superestrella cuya fama y producción empequeñecían a las de casi todos sus contemporáneos. Este artículo busca revalorizar su figura revelando cinco hechos sorprendentes que demuestran por qué Kunisada fue una figura monumental y por qué merece un lugar de honor junto a los nombres más célebres del arte japonés.

Actor Bandô Mitsugorô III
Utagawa Kunisada
1810-18. Colección Bujalance

1. No era solo un artista, era una celebridad de primer nivel.

En la cultura popular de Edo, a diferencia de la percepción moderna de los artistas como figuras solitarias, los maestros del ukiyo-e eran auténticas celebridades. La fama de Kunisada, sin embargo, alcanzó un nivel excepcional, y existen pruebas contundentes de ello.

La primera evidencia la encontramos en la publicación Ansei Kenmonshi, una crónica ilustrada que documentaba los devastadores daños del gran terremoto de Ansei de 1855. En un detallado panorama de la zona de Yanagishima, entre innumerables edificios anónimos, la gran mansión de Kunisada es la única residencia privada que se nombra y dibuja específicamente. Esto demuestra no solo su estatus de personaje notable, sino también el genuino interés del público por conocer su estado tras la catástrofe.

Una segunda prueba, aún más rara, es un retrato del propio Kunisada dibujado por su discípulo Kunichika, incluido como índice visual de su exitosa serie de grabados «Tōsei mitate sanjūroku kasen». Que la imagen del artista sirviera para promocionar una de sus obras era un honor casi inaudito y una clara señal de su inmensa popularidad.

Finalmente, a su muerte en 1864, se publicaron al menos cinco grabados conmemorativos diferentes (shini-e) en su honor, un número sin precedentes para un artista de ukiyo-e. Para poner esto en perspectiva, a lo largo de toda la historia del ukiyo-e, solo otros tres artistas recibieron el honor de tener un grabado conmemorativo. Kunisada no solo se unió a ese selecto grupo, sino que recibió cinco. Este hecho por sí solo es un testimonio asombroso del profundo respeto que le profesaban sus discípulos, editores y, lo más importante, el público que compraba sus obras masivamente.

Esta adoración pública generalizada no era solo una cuestión de sentimiento popular; fue secundada por los críticos culturales de la época, lo que dio lugar a declaraciones que hoy nos parecen impactantes.

2. Un crítico de su tiempo lo declaró «más grande que Utamaro».

Kanagaki Robun, un influyente escritor contemporáneo de Kunisada, fue el autor de uno de los textos conmemorativos tras la muerte del artista. En él, Robun hizo una afirmación que hoy nos parece sorprendente, incluso herética: que Kunisada era superior a Kitagawa Utamaro, considerado actualmente uno de los pilares indiscutibles del ukiyo-e.

En su evaluación, Robun escribió:

中興喜多川歌麿が板下世に行ハれしも、九牛が一毛にして比競するに足らざるべし。

Esta afirmación resulta impactante porque choca frontalmente con la narrativa histórica del arte que hemos heredado. Sin embargo, contextualiza perfectamente la percepción de la época. Mientras que Utamaro se centró magistralmente en el mundo de las «bellas» (bijin-ga), Kunisada dominó absolutamente todos los géneros populares: retratos de actores, escenas de kabuki, imágenes de luchadores de sumo y, por supuesto, también retratos de bellezas. Pero su dominio se extendía a un medio fundamental que a menudo se pasa por alto: las novelas ilustradas. La evaluación de Robun no solo se basaba en los grabados sueltos; en su encomio, elogia específicamente las portadas de las novelas gōkan de Kunisada, reconociendo su maestría en un medio que Utamaro apenas tocó y que era fundamental para la cultura popular de Edo. Para el público de su tiempo, la afirmación de Robun no era una hipérbole, sino un reflejo del sentir popular: Kunisada era el artista total.

3. Fue el rey de las novelas gráficas del siglo XIX.

La fama de Kunisada no se cimentó únicamente en los grabados de una sola hoja (nishiki-e). Fue un pilar fundamental de la industria editorial como el ilustrador más solicitado para las novelas populares llamadas gōkan. Su volumen de trabajo en este campo fue inmenso, ilustrando aproximadamente 350 títulos a lo largo de su carrera.

Su obra cumbre en este formato fue Nise Murasaki Inaka Genji (Una falsa Murasaki y un Genji rústico), una colaboración con el escritor Ryūtei Tanehiko. Publicada de forma continua entre 1829 y 1842, esta adaptación paródica de la clásica «Historia de Genji» se convirtió en un «gran bestseller» que superó en popularidad a todas las novelas anteriores.

Nise Murasaki Inaka Genji Ge y Jyo. Escritor: Tyutei Tanehiko
Utagawa Kunisada
1836. Colección Bujalance

El arte de Kunisada en estas obras era extraordinariamente cinematográfico. Utilizaba cambios de perspectiva constantes, pasando de un «zoom in» para mostrar primeros planos llenos de emoción a un «zoom out» para ofrecer vistas panorámicas de la acción. Esta narrativa visual dinámica atrapaba a los lectores y los sumergía por completo en la historia. Muchos coleccionistas occidentales de sus grabados desconocen esta faceta crucial de su carrera, a pesar de que fue tan importante para su fama y su desarrollo artístico como sus obras más conocidas.

4. Occidente lo despreció por completo (y se equivocó).

El contraste entre la fama de Kunisada en Japón y su recepción inicial en Occidente no podría ser más drástico. Mientras en su tierra era un ídolo de masas, los primeros coleccionistas y expertos occidentales lo consideraron un artista de segunda fila, un símbolo de la «decadencia» del ukiyo-e.

Una de las críticas más duras provino del coleccionista estadounidense Arthur Davison Ficke, quien en 1915 escribió:

Este pintor mediocre fue uno de los más prolíficos de la escuela de Toyokuni. Un diseño innecesariamente complejo y sin sentido, colores toscos, una impresión descuidada; estos defectos, que se encuentran a menudo en los grabados en color del período de decadencia, son notablemente evidentes en su obra.

¿A qué se debió esta visión tan negativa? La razón principal se puede explicar con un concepto que el experto del Museo Británico, Timothy Clark, denomina «la perspectiva del Monte Fuji en la historia del arte». Los coleccionistas occidentales del siglo XIX y principios del XX veían la historia del ukiyo-e como una montaña: un lento ascenso hacia una cima «clásica» (donde situaban a artistas como Kiyonaga y Utamaro), seguida de una inevitable y abrupta decadencia. En este esquema, Kunisada, por ser posterior y prolífico, fue injustamente catalogado como parte de la degeneración final del arte, sin analizar su obra en el contexto de su propia época.

5. Siguió innovando hasta los 70 años y fue un pionero del «product placement».

Lejos de ser un artista estancado o decadente, Kunisada demostró una asombrosa capacidad para evolucionar. Una prueba irrefutable de esto es que, en la última etapa de su vida, con más de 70 años, abordó por primera vez el formato de retratos de actores en primer plano (ōkubi-e). Lejos de ser obras cansadas, estas piezas tardías son de una fuerza, originalidad y expresividad extraordinarias, demostrando que su genio creativo nunca decayó.

Diferentes dibujos de famosos paisajes de las 53 estaciones a lo largo del Tokaido, Ishiyakushi, Renshobo: Ichikawa Ebizo; Shono: Shiratorizuka
Kunisada , Kyosai
1864. Colección Bujalance

Además de su talento artístico, Kunisada poseía una aguda visión comercial. Fue un precursor de lo que hoy conocemos como «product placement» o emplazamiento de producto. En muchos de sus diseños, integró de forma sutil pero visible anuncios de los cosméticos de la marca Sakamoto, especialmente el popular producto facial «Baien Senjoko». Estos anuncios no solo aparecían en sus retratos de bellezas, el lugar más obvio, sino también en grabados de actores e incluso en solemnes retratos conmemorativos (shini-e), lo que evidencia una sofisticada y duradera relación comercial que aprovechaba su inmensa popularidad para promocionar productos.

(*) Este entrada es un resumen del artículo de Ellis Tinios, Masae Kurahashi. Arte ukiyo-e. 2016. V 171, pág. 30-39.