La obra se distingue por su composición íntima y original, que establece una conexión inusual con el espectador. En lugar de una pose dramática en el escenario, el actor Bando Hikozaburo aparece asomado a una ventana, enmarcado dentro de una arquitectura doméstica. Este encuadre no solo aporta una sensación de cercanía, sino que también sitúa la escena con precisión. El delicado detalle de las ramas de almendro en flor, visibles sobre el tejado, funciona como un marcador poético y temporal, indicando que la acción transcurre al comienzo de la primavera.

Utagawa Kuniaki II (1862). Colección Bujalance
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