En el volumen 2 de Settsu Meisho Zue publicado en 1798, con grabados de S. Takehara; aparece una imagen* de la casa Kujaku Chaya, una famosa casa de té que como reclamo publicitario, contaba con numerosos pájaros raros y pavos reales, en los jardines que la rodeaban. De ahí su nombre.
En la imagen se pueden ver dibujadas, personas y familias contemplando los pájaros exóticos y pavos reales en jaulas, colocadas en los jardines, así con a patos en un pequeño estanque.
Esta Casa de Té, era una especie de franquicia , ya que existían tres casas de té con este nombre en Japón, en Edo, Osaka y Nagoya, que estuvieron abiertas durante el periodo Kansei (1789-1801). La casa que aparece en la imagen es la de Osaka, pero la muestra de lo famosas que eran todas ellas lo tenemos en el ukiyo-e titulado Kujaku Chaya que realizó el artista Tori Kiyonaga (1752-1815) representando la Casa de Té que había en Edo.
Las casas de té tienen su origen la costumbre japonesa conocida con el nombre de ceremonia del té (Cha-no-yu). Se trata de una tradición que se originó en el siglo XIII, cuando los samuráis japoneses comenzaron a tomar matcha, un tipo de té verde que se extraía de la planta del té negro, como un acto solemne rodeado de un minucioso ceremonial.
La Ceremonia consiste en preparar y servir el té, pero lejos de hacerlo de forma árida, como cualquier otra actividad cotidiana, esta práctica adquiere en Japón un valor solemne, en el se han de poner de manifiesto virtudes como la humildad, la naturalidad, la simplicidad, la moderación, etc..
Las Casas de Té, pueden entenderse que en el contexto de esta solemne ceremonia que exigía un lugar apropiado únicamente dedicado al ceremonial. En principio se trataba de pequeñas cabañas situadas en los jardines de las casas japonesas de alta alcurnia. En el período Sengoku (de mediados del siglo XV a principios del siglo XVII), tanto los monjes zen como los daimyōs , samurais y comerciantes ricos, construyeron edificios específicos para practicar la ceremonia del té. Eran lugares donde las barreras sociales se disolvían temporalmente. Allí, mercaderes y habitantes de las ciudades podían mezclarse con poderosos guerreros o nobles, compartiendo entre todos la pasión por la sencillez y la afición por los preciados instrumentos utilizados en este ritual, tanto para la ceremonia como la decoración. Cualquiera que fuera el rango de una persona, rico o pobre, noble o plebeyo, el salón de té los igualaba a todos. Durante ese corto espacio de tiempo, en el salón de té, todos eran uno.
Estas casas se inspiraban en la simplicidad y la tranquilidad, los principios centrales de la filosofía zen. Cualidades que se han mantenido hasta nuestros días. El principio de refinada sencillez enseñado por los antiguos maestros pueden observarse en la pequeña y rústica casa de té y su tranquilo jardín, convertidos en un mundo aparte.
*La información sobre esta imagen fue proporcionada por Guy Pepermans en el foro ukiyo-e.se