En 1919, Hayashi Kyo, un comerciante japonés sin escrúpulos, vendió originales retocados al famoso arquitecto y coleccionista de ukiyo-e Frank Lloyd Wright. Muchos otros de los primeros coleccionistas de ukiyo-e fueron engañados por los falsificadores.
Hayashi ideó su estafa con un coleccionista japonés llamado Enji Takamizawa, que empleó artesanos muy cualificados para hacer facsímiles y falsificaciones y consiguió engañar a los expertos de la época. Cuando se identificó el fraude, muchos de los ejemplares ya habían sido vendidos a coleccionistas estadounidenses.
Enji Takamizawa nació en 1870 y aprendió a hacer grabados en madera cuando tenía poco más de 20 años. Fue empleado de Kobayashi Bunshichi a final de la década de 1890 y en algún momento trabajó junto con Wanatabe Shozaburo, Goyo o Shotei. Todos ellos, antes de dirigir su propio negocio, realizaban reproducciones de grabados de viejos maestros para el mercado europeo y americano, sin ocultar que se trataba de reproducciones.
Enji Takamizawa llegó a dominar el arte de la restauración con Yano Yukichi y en 1911 abrió su propio negocio, dedicado principalmente a la restauración de ukiyo-e deteriorados. Se hizo conocido por arreglar con maestría impresiones antiguas. Era capaz de lavar completamente los colores descoloridos de un viejo ukiyo pintado por alguno de los grandes maestros como Utamaro o Harunobu, de tallar un nuevo conjunto de bloques para los colores y de devolver el ukiyo en condiciones casi perfectas. Obviamente, sus habilidades para tallar lo llevaron a enfocar su creciente negocio en reproducir réplicas de los más importantes como Hiroshige, Hokusai y otros artistas muy conocidos, cuando los originales de esos artistas eran muy demandados y difíciles de conseguir.
La mayoría de sus compañeros restauradores hacían reproducciones de grabados de los viejos maestros y colocaban con orgullo el sello de su empresa en algún lugar, donde quedaba perfectamente aclarado que se trataba de una copia. Sin embargo, Takamizawa fue el primero en realizar falsificaciones engañosas para venderlas como originales. Utilizaba el mismo papel washi de la era Edo, los mismos pigmentos de colores y replicaba perfectamente los bloques de madera, hasta el punto de recrear la veta de la madera de un famoso grabado en el que aparecía, para que pareciera totalmente original. Los expertos se dejaron engañar por sus falsificaciones y muchos de sus grabados, sobre todo copias de Hiroshige, Hokusai o Harunobu, siguen estando hoy, listados como originales en distintos museos, o siguen siendo comercializados como tales.
En 1918, al finalizar la Primera Guerra Mundial, Takamizawa dejó de hacer restauraciones y centró todo su negocio en las falsificaciones, que alcanzaban precios mucho mayores. Siguió con su negocio hasta 1926 cuando contrajo la tuberculosis y murió un año después, a la edad de 57 años.
En 1927, sus dos hermanos menores, Masuro y Tadao Takamizawa, y su hijo, Takaaki Takamizawa, se hicieron cargo del negocio y fundaron “Takamizawa publishing”, que luego se convertiría en “Takamizawa Mokuhansha”. La familia Takamizawa detuvo inmediatamente el negocio de las falsificaciones y vendió todas las impresiones como réplicas en un papel mucho más grueso, para diferenciarlas de los originales
El año pasado, Minoru Yokoyama, Profesor Emérito de la Universidad de Kokugakuin en Tokio, y coleccionista de ukiyo-e, escribió un artículo titulado “Art Fraud in Japan” en la revista “ Global Security” (GS_1-2019_web.pdf (homeland-sec.de), en la que trataba el tema de las copias fraudulentas de obras maestras del ukiyo-e. En el artículo señalaba otra falsificación famosa de 1934.
En abril de 1934, muchos periódicos anunciaron la exposición de una colección de Ukiyo-e, de 67 obras de famosos artistas como Matabei Iwasa, Kiyonaga Torii, Utamaro Kitagawa, Eishi Hosoda, Sharaku Toshsai y Hokusai Katsushika que se expondrían a la venta en el Club de Arte de Tokio el 12 y 13 de mayo.
El 26 de abril de 1934, el experto Rin-oh Sasagawa explicaba en el Diario Asahi de Tokio que diecinueve obras que de las que se exponían eran valiosas curiosidades inaccesibles y recomendaba la compra de estas curiosidades. Poco después de la exposición, el periódico Yomiuri informaba de que las obras expuestas podrían ser falsas. Y el 23 de mayo, el propio diario Asahi confirmó que todas las obras exhibidas eran falsas.
Cuando el Departamento de Policía Metropolitana de Tokio comenzó a interrogar a las personas involucradas, descubrieron que un comerciante de cuadros, Fusui Kaneko encargó a tres hermanos de la familia Yada con una excelente habilidad, que copiaran esas obras. Los cuatro acusados fueron sentenciados a prisión por fraude.
El profesor Minoru Yokoyama, también señalaba en su artículo que algunas obras de Hokusai, que han alcanzado altísimos precios en subastas y que se exhiben en Museos e instituciones importantes de Japón, nunca fueron pintadas por el artista.