Como ya he comentado en el artículo dedicado a “El Japonismo y la revista Le Japon Artistique”, en mayo de 1889, unos meses antes de morir, Vincent Van Gogh escribía a su hermano Theo contándole que, en su habitación tenía junto obras de Delacroix y Meissonier, dos reproducciones de estampas japonesas arrancadas de la revista «Le Japon Artistique” que editaba Bing: «Una mandarina” de Monorobu y “La brizna de hierba». En aquella época Van Gogh ya estaba enamorado del arte japonés, que constituía una verdadera fuente de inspiración para él.
Hasta 1885 Van Gogh, no fue consciente de la belleza de los grabados japoneses, al menos no los había mencionado nunca en su frecuente correspondencia con su hermano Theo. Esto es al menos lo que puede deducirse de la primera vez que los menciona, describiéndolos con detalle, aunque sugiere que estas hojas de grabados no les eran completamente desconocidas tanto a él como a su hermano.
El interés de Vang Gogh por los grabados japoneses parece haberse iniciado cuando, al final de su estancia en Neunen en 1884, leyó la novela “Chérie” de Edmond de Goncourt, en la que aparece mencionado el Japonismo, pero no fue hasta 1886, al trasladarse a París, cuando entendió las consecuencias reales de la moda japones descrita por Goncourt. De hecho, gran parte del conocimiento que Vang Gogh tenía del arte japonés provenía de los comerciantes y marchantes, entre ellos Nephtalie Lévy, que trabajaba con Bing y era considerado un experto en arte japonés, al que menciona en varias cartas en la correspondencia con su hermano Theo.
Su otra gran fuente de información fue este libro de Gonse, de la edición de 1886. Después de leerlo en Arles, dejó escrito cómo le impresionaba que los artistas japoneses compartieran sus trabajos unos con otros y que dibujaran tan rápido como el relámpago
Van Gogh poseía un ejemplar de la edición especial de 1886, de la revista Paris Illustre en la que aparecía un artículo sobre el arte y la cultura japonesa del distribuidor Tadamasa Hayashi, ilustrado con un ukiyo-e de Eisen en el que aparece una cortesana.
Pero la más importante fuente de su conocimiento fue su observación de los grabados japoneses que el coleccionó. La fascinación de Vang Gogh por los grabados japoneses, le llevó a coleccionarlos. A principios de 1887, la colección de Van Gogh ya era tan extensa que organizo una exposición para la cafetería, restaurante y cabaret Le Tambourin.
No se sabe muy bien donde compró sus primeros grabados, pero si, que muchos de ellos los obtuvo a través de Siedfried Bing. En 1888, Van Gogh le dijo a su hermana Willemien que él y Theo tenían cintos de estos grabados japoneses. La colección que existe hoy en el Museo Vang Gogh de Amsterdam contiene 531 grabados y algunos libros, aunque no se puede asegurar que todos procedan de la colección de los hermanos Van Gogh. De hecho se ha sugerido que Vicent Willen Van Gogh, el hijo de Theo, pudo haber agregado sus propias compras a la colección.
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