En el último número de la revista ANDON, de la “Society for Japanese Art”, hemos podido leer un artículo de John Fiorillo titulado “Dressing up actors with oshi-e — Colour patchwork pictures in Osaka”, en el que se describen con bastante claridad las obras oshi-e.
Nos ha llamado la atención porque hace probablemente 30 años, compramos una doble página en la que aparecían pintados dos actores de Kabuki vestidos con telas de seda, pegadas al papel, formando elegantes trajes. En aquel momento atrajo nuestro interés simplemente la belleza y originalidad de la composición. Desconocíamos que se trababa de una faceta artística con nombre propio: Oshi-e, sobre la que nos costó mucho conseguir información. Como el tiempo todo lo soluciona, hoy ya aparece en Google perfectamente descrita que es una composición Oshi-e.
El significado literal de Oshi-e es cuadro prensado, pero se trata de un auténtico arte japonés para componer un cuadro, imitando el estilo del ukiyo-e, pero en el que solamente los rostros de los personajes son pintados a mano y grabados como en el ukiyo- e. Para los cuerpos y vestimenta de las figuras y a veces también para los paisajes y y el ambiente se utilizan piezas de telas de kimono o papel japonés, o ambas cosas, sobre una base de algodón para conseguir el relieve y los efectos ópticos deseados.
Esta técnica artística fue muy popular, y objeto de colección, entre la burguesía y la aristocracia japonesa, durante los periodos Edo y Meiji. Comenzó en el siglo XVIII y conservó su popularidad a lo largo de todo el siglo XIX. Inicialmente, la creación de composiciones oshi-e era un pasatiempo para mujeres de la élite (primero, de la aristocracia y, más tarde de familias samuráis). Una versión sofisticada del pasatiempo de las “mariquitas de papel” que hacían las niñas españolas de la misma época. Pero pronto se generalizó su producción entre los aficionados al teatro y a los grabados ukiyo-e y se convirtió en especialización de los artistas.
El proceso del oshi-e comenzaba con el dibujo y rastreo de los contornos deseados en cartón o papel grueso, para pasar alternativamente a imágenes monocromáticas impresas en madera, llamadas sumizuri-e, que eran las que proporcionaban la guía de corte a las formas de textiles, denominados cores. Estas piezas de tela; –cores-, entre las que había damascos –donsu- , paños de sarga –aya– , crepe –chirimén– , tejidos de seda –heiken o hiraginu– , gasa de seda –sha– , y oro brocado –kinran-; se iban pegando en la imágenes para crear la composición deseada. Se lograban efectos ‘escultóricos’ tridimensionales insertando almohadillas de algodón debajo de las telas.
Era tal la afición que hasta aparecieron manuales para guiar a los aspirantes a artistas, uno de los más conocidos fue Kinubari saiku, Oshi-e haya shinan (Artesanía en seda, una rápida guía de oshi-e), escrito e ilustrado por Hori Seiken y publicado en Osaka y Kioto en 1739, del que se hicieron numerosas ediciones.
La mayor popularidad del oshi-e se produjo en Osaka durante el periodo Edo, cuando los artistas comenzaron a representar en sus composiciones a actores del teatro de Kabuki. Se trataba de oshi-e muy elaborados que escenificaban con fidelidad el vestuario utilizado en las representaciones teatrales y eran codiciados por los aficionados al teatro del kabuki y los fans de los actores. La producción de estos oshi-e tampoco era muy extensa ya que exigían un profundo conocimiento sobre los modales y actitudes del actor, así como de la posición y apariencia, tanto de los pliegues del kimono como de la combinación de colores y tejidos de la tela, incluso de los peinados.
A pesar de la popularidad de oshi-e durante el período Edo, apenas han sobrevivido algunos ejemplares de esa época e incluso es difícil encontrarlos de la era Meji.
Los oshie-e representan a la perfección el concepto japonés de lo efímero, fugaz o pasajero